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La economía para los que no la entienden

Con un título como el de este libro, ¡Quiero entender de economía!, no es difícil adivinar cuál es el propósito de la obra. De igual manera, también es fácil suponer con qué intención comenzará el lector este libro. En mi caso, no fue una excepción. Sin más nociones de economía que las que adquirí en una asignatura más teórica que experimental del segundo año de la carrera de periodismo pero, eso sí, con cierta curiosidad hacia la actualidad económica, me dispuse a leer ¡Quiero entender de economía! precisamente para eso, para entender de economía.



El libro se presentaba como un manual en el que se explican los conceptos básicos de la economía de una manera amena y sencilla, al alcance de todos aquellos que, como yo, no son expertos en el tema. Así, la obra de Víctor Català no pretende dirigirse a economistas y eruditos que ya adquirieron todos los conocimientos que este libro ofrece en su época académica. Como ya he dicho, el objetivo de esta obra es permitir a aquellos no entendidos en economía participar en conversaciones que puedan surgir sobre temas como la crisis o el endeudamiento. Conversaciones que a muchos nos han parecido aburridas en algún momento y que, con obras como esta, tenemos la intención de encontrar interesantes. Sin embargo, he de admitir que después de finalizar la lectura de este libro, mis sensaciones son contradictorias.


Ya desde el principio, el planteamiento y la organización de la obra pretenden ser atractivos. El libro transcurre como una conversación entre el autor y su sobrino, al que le surgen dudas sobre economía que su tío le resuelve. A través de esta estructura, Víctor Català aborda las bases de la economía siguiendo una organización de menor a mayor grado de complejidad. Sin embargo, el primer tema resulta, a mi parecer, el más difícil de entender.


Dicen que la primera impresión nunca se olvida y, tal vez, eso es precisamente lo que me ocurrió con este libro. El primer capítulo resulta tedioso, enrevesado y, en ocasiones, aburrido. En él se aborda la explicación de la Fórmula Macroeconómica, que el autor define como “la más importante de la economía”. Al principio, las explicaciones son sencillas y todo parece reducirse a entender que, después de todo, gasto es igual a ingreso. Sin embargo, se van introduciendo conceptos que el autor presupone que el lector conoce y que, bajo mi punto de vista, acaban por provocar confusión. Por ejemplo, se habla de políticas de austeridad, economía sumergida, bienes duraderos o activos monetarios sin profundizar en su significado. Por un lado, es cierto que con un mínimo conocimiento sobre economía estos conceptos ya nos serán conocidos. Sin embargo, si el libro pretende dirigirse a un público sin noción alguna sobre el tema, su primer fallo es dar por supuesto que el lector conoce estos términos.


La figura del sobrino, que se presenta como nuestro aliado, tampoco nos es de ayuda en este capítulo. De hecho, parece encontrarse a un nivel de conocimientos prácticamente igual al de su tío. La utilización de una estructura de diálogo y de una figura con curiosidad y dudas crea en el lector la esperanza de que podrá identificarse con el supuesto sobrino. Sin embargo, esta persona parece entender a la primera todo lo que el autor explica e incluso aporta ejemplos y puntualiza algunas de las explicaciones de su tío. Así, lejos de lo esperado, resulta difícil crear un vínculo de semejanza con esta figura si no se entiende de economía.


Después de la lectura de estas primeras páginas el lector, al menos en mi caso, se queda con la sensación de que necesitará leer ¡Quiero entender de economía! acompañado por una libreta y un bolígrafo con los que poder ir apuntando las explicaciones, y que solo después de repasarlas unas cuantas veces logrará interiorizarlas. No obstante, las apariencias engañan y no puede juzgarse este libro solo por una primera impresión.

A medida que avanza la obra, las explicaciones son mucho más comprensibles y la figura del sobrino empieza a ser realmente de ayuda. Tal vez resulte contradictorio por el hecho de que con el paso de las páginas los temas abordados son cada vez más complejos, sin embargo, la sensación es de que una vez captada la peculiar estructura del libro, su lectura es mucho más amena. Con el aumento de la complejidad de las explicaciones, también aumentan las dudas del sobrino, que empiezan a parecerse a las que podrían surgirle al lector.


El libro va haciéndose más interesante a medida que se avanza en su lectura, de manera que los últimos capítulos son, a mi parecer, los mejores. En ellos se abordan temas como el endeudamiento o la inflación que siguen siendo de plena actualidad hoy en día y la sencillez con la que son explicados permite que, tal y como prometía el autor en el prólogo, cualquiera pueda entenderlos. El uso recurrente de ejemplos resulta un recurso interesante y que, además, ayuda a interiorizar las explicaciones. Además, se agradece que al final de cada capítulo se incluya una conclusión que resume lo que es necesario extraer de cada tema, de manera que el lector pueda comprobar si finalmente ha logrado entender lo más importante.


Al final, el autor aborda lo que parece ser el verdadero objetivo de la obra, el tema de la crisis y el futuro que esta nos deparará. Para ello, Víctor Català opta por comparar la crisis y la salida de esta con un enfermo al que hay que curar para acabar concluyendo que la suerte está echada y que deberemos esperar para ver cómo evoluciona. El hecho de que la obra se escribiera en 2014 le quita cierta actualidad, sin embargo, el tiempo ha demostrado que el autor no erraba en sus conclusiones.


Así, pese a resultar engañoso al principio, el libro acaba cumpliendo sus promesas iniciales, y se convierte en una lectura sencilla y amena que proporciona las herramientas necesarias para que todos aquellos que, como yo, no saben de economía pero tienen ganas de hacerlo, acaben al menos entendiendo los conceptos básicos.

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